sábado, 24 de octubre de 2009

Felicidad


LA BUSQUEDA DE LA FELICIDAD
(Javier Ruben Cinacchi )

El que busque la felicidad,

tendrá un largo camino por andar,

pero ¡Paciencia!

"El río nunca se pierde

en busca del mar" *

En busca del camino,

solo encontrarás,

luchas y nada mas,

en el camino hallarás,

tu rumbo y mas.

Así como el que no luche,

no podrá ganar,

el que no busque,

su camino no ha de encontrar...

Así como el que arriesgue,

tal vez podrá ganar,

si no se arriesga,

ni siquiera perderá.

Pero ¡Paciencia!

“Las astas del molino

nunca se extravían

en busca del viento.”*

Si piensas que está todo mal,

y un gran peso en tus hombros,

casi no te deja caminar,

no te rindas, cambia de camino,

no por ello, tu ideal has de cambiar.

¡Paciencia! todo tiene un final...

tanto lo bueno como lo malo,

lo dulce como lo amargo;

todo depende del esfuerzo,

que tu hagas por cambiarlo.

Como “las astas del molino

no se extravían en busca del viento,”*

como el “lecho del río,

no se pierde en busca del mar.”*

Te digo,

tu no te pierdas,

en busca de la felicidad.

Ella, vendrá.

PARA REFLEXIONAR




La pobre viejecita
de Rafael Pombo

Érase una viejecita

Sin nadita que comer

Sino carnes, frutas, dulces,

Tortas, huevos, pan y pez


Bebía caldo, chocolate,

Leche, vino, té y café,

Y la pobre no encontraba

Qué comer ni qué beber.


Y esta vieja no tenía

Ni un ranchito en que vivir

Fuera de una casa grande

Con su huerta y su jardín


Nadie, nadie la cuidaba

Sino Andrés y Juan y Gil

Y ocho criados y dos pajes

De librea y corbatín


Nunca tuvo en qué sentarse

Sino sillas y sofás

Con banquitos y cojines

Y resorte al espaldar


Ni otra cama que una grande

Más dorada que un altar,

Con colchón de blanda pluma,

Mucha seda y mucho olán.


Y esta pobre viejecita

Cada año, hasta su fin,

Tuvo un año más de vieja

Y uno menos que vivir


Y al mirarse en el espejo

La espantaba siempre allí

Otra vieja de antiparras,

Papalina y peluquín.


Y esta pobre viejecita

No tenía que vestir

Sino trajes de mil cortes

Y de telas mil y mil.


Y a no ser por sus zapatos,

Chanclas, botas y escarpín,

Descalcita por el suelo

Anduviera la infeliz


Apetito nunca tuvo

Acabando de comer,

Ni gozó salud completa

Cuando no se hallaba bien


Se murió del mal de arrugas,

Ya encorvada como un tres,

Y jamás volvió a quejarse

Ni de hambre ni de sed.


Y esta pobre viejecita

Al morir no dejó más

Que onzas, joyas, tierras, casas,

Ocho gatos y un turpial


Duerma en paz, y Dios permita

Que logremos disfrutar

Las pobrezas de esa pobre

Y morir del mismo mal.